Primer día | Dash Madden

Primer día de clase del curso, de mi sexto curso, para ser más exactos. No me apetecía mucho ir a clases, si tenía que ser sincera, ya que sabía que nos empezarían a 'presionar' en cuanto tuvieran la oportunidad sobre que teníamos que estudiar para poder sacar el año siguiente los éxtasis con buena nota y mis ganas de escuchar a los profesores hablar sobre ello no es que fueran muy alta, bueno, ni siquiera existían. Pero no quedaba más remedio que ir.

Minutos después de la última clase de la tarde, llegué a mi sala común y entré más entusiasmada de lo que cabría esperar, demasiado entusiasmada incluso para ser una tejona de pura cepa pero es que al fin podría relajarme y descansar un poco antes de que llegara la hora de la cena y tuviera que salir otra vez de mi sala común. Fui a mi cuarto a dejar mi mochila y después volví a la sala común, sentándome en un sofá cerca del fuego que, en el fondo, no sentaba nada mal.

Había bastante gente allí dentro, parecía que nos habíamos puesto todos de acuerdo para estar allí antes de cenar. Busqué con la mirada a la gente de mi edad pero no encontraba a nadie, sólo veía a tejones de los primeros años y del último año. Resoplé, pensando con qué me podría entretener hasta la hora de cenar.

Entré en la sala común con paso lento y pesado, como si cada movimiento que hiciese fuese un esfuerzo sobrenatural para mí. La verdad era que había conseguido, tras comerme la oreja durante todo el día mi querida pero demasiado insistente, en ocasiones, mejor amiga, que asistiese a todas las aulas del primer día de clase... Joder, eso no era normal, llevaba todo el verano tocándome los huevos y ahora tragar con todo eso de golpe...

Negué con la cabeza despidiéndome seguidamente con un gesto de mi amiga, la cual se iba para su cuarto, mientras yo decidía dirigirme hacia los sofás de la sala, ¿falta de compañía? No exactamente, simplemente no aguantaba más en pie, pues mi vagancia comenzaba a salir a flote. Tras echar una rápida ojeada pude comprobar que la sala estaba tela de llena, por lo que me dirigí al único lugar que vi libre; al lado de una morena cuyo rostro me sonaba muy muy vagamente, cosa normal en mí pues no prestaba atención a nada de lo que me rodeaba.

Me dejé caer en el sofá de golpe, y estiré las piernas relajadamente dejando resbalar mi trasero por el acolchado asiento. Después saqué una pequeña bolsita con maría y otra con tabaco, a parte de un papel de enrollar... había llegado la hora de relajarse. Comencé a trabajar en la construcción de mi porro y entonces eché una mirada a la joven que seguía sentada a mi lado, la cual parecía aburrida.

- Ey... - dije con tono descontraido - ¿Tanta gente divirtiéndose en la sala y tú con esa cara? - sonreí de medio lado amistosamente mientras mi mirada recorría el rostro de la joven, parándome a inspeccionar sus facciones y finalmente sus ojos - Tal vez yo pueda sacarte una sonrisa - dije encogiéndome de hombros mientras lamía levemente el borde del papel para terminar de enrollar el porro y finalizar así mi tarea, teniendo el canuto ya listo.

Lo encendí y le di una larga calada sin importarme que alguien me viese fumar; todos ya me tenían por drogado y estaban acostumbrados a verme fumar o cualquier otra cosa por lo que mientras no hubiese prefectos... todo estaba en orden. Acerqué mi brazo diestro hacia la chica, ofreciendo con la mano, así, el porro para que fumase mientras con la mirada señalaba igualmente al mismo incitándola a ello. No... nunca fui una buena influencia.

Ladeé el rostro y lo observé unos instantes antes de responderle. — Digamos que... es mi forma peculiar de divertirme. — Obviamente no era verdad; quizás no fuera el alma de la fiesta pero tampoco es que fuera la persona que aguara esa fiesta. Era algo entre... Una cosa y la otra. — ¿Sacarme una sonrisa? A ver, sorpréndeme. — Una pequeña sonrisa apareció en mis labios incluso antes de que él pudiese hacer algo para sacármela.  Alcé una ceja mientras lo miraba, intentando saber si sabía quién era o si sólo sabía su nombre. Bah, no conseguía recordarlo.

En ese instante fue cuando me fijé en lo que estaba haciendo. — Pero..., ¡eh!, eso no se puede hacer. — Murmuré, de modo que sólo me escuchara él. — Está prohibido hacer esas cosas aquí dentro. — Fruncí el ceño, mirándolo de manera reprobatoria. — Ni aquí dentro, ni fuera de las paredes del castillo. — No me gustaba tener que andar regañando a la gente pero había veces que no lo podía evitar y salía a flote la parte responsable de mi interior. Negué con la cabeza cuando vi que me lo ofrecía a mí. — No, gracias. No quiero tomar ninguna sustancia estupefaciente. — Me recosté en el sillón y me quedé mirando durante unos segundo al fuego de manera absorta. — Por cierto, soy Bailey. Simmons. Pero puedes llamarme Simmons. O puedes no llamarme o hacerlo como quieras. — Vale, me estaba empezando a liar, así que era un buen momento para callarme.