Por sólo tres segundos — PRIV. — Flashback

Por sólo tres segundos

6 de enero del curso pasado | 17.25 p.m. | Enfermería | con Andrómeda Black

Lo primero que pensó Ted nada más despertar fue que aquello se había ido demasiado de las manos. Lo único que recordaba era que, hasta momentos antes, había estado disputándose la final del Campeonato de Duelo con Andrómeda Black. Ella había sido la única estudiante de Hogwarts capaz de pararse frente a él y responder a más de cuatro intercambios de hechizos, pero quizá era por eso de que los Slytherin jamás se achantaban delante de los Hufflepuff. No lo sabía a ciencia cierta. En realidad, en aquel momento sólo tenía claro dos cosas. La primera era que le dolía terriblemente la cabeza, por lo que no le extrañaría enterarse de que se había llevado un buen porrazo. La segunda era que se moría de ganas de saber cómo y en qué momento Andrómeda le había pillado tan desprevenido como para desarmarle y lanzarlo por los aires. Justo cuando alguien llamaba a la puerta de la enfermería insistentemente -Ted supuso que se trataría de alguno de sus amigos, quizá Tobias o Amelia-, se le vino una imagen a la cabeza. Ya sabía cuándo había perdido definitivamente el duelo. Había sido justo en el instante en el que miró durante tres segundos más de los convenientes los ojos de aquella condenada Black.

Por sólo tres segundos...

6 de enero del curso pasado | 17.25 p.m. | Enfermería | con Edward Tonks.

Lo cierto era que ni ella misma había sido consciente de lo que había hecho hasta que todo había pasado. Andrómeda Black, ella misma, se había enfrentado a uno de los mejores alumnos que dominaban los duelos y aunque parecía que no iba a ser capaz de poder con él, lo había hecho, había conseguido que Edward Tonks volara por los aires y todo por aquel último ataque que había lanzado con la punta de su varita mágica, había sido algo increíble, algo de lo cual sus hermanas habían estado orgullosa de ella. Más, Narcissa, que había sido a la cual se lo había contando pero con Bellatrix no esperaba tener tanta suerte cuando fuera a contarla semejante proeza.

Pero lo peor de todo aquello había sido el hecho de que lo había mandado a la enfermería por aquel último ataque y por raro que fuese, no se sentía del todo bien, Meda no era como sus hermanas mayores, ella era diferente al resto de su familia, era capaz de amar cosa que en ocasiones, estaba segura de que su familia y hermanas no eran capaces.

Poco tardó en salir de su Sala Común, en las mazmorras del castillo, para así dirigirse hacía la enfermería del castillo. A medida que aumentaban sus pasos su nerviosismo aumentaba, ¿y si no quería verla por el simple hecho de que una Black le había ganado en clase de Duelo? Un ligero temor recorría cada parte de su cuerpo y lo cierto era que necesitaba verlo y ni siquiera sabía el por qué de aquello. Respiró lo más hondo que pudo cuando llegó a la puerta de la enfermería y tras unos leves golpes con los nudillos de su mano derecha entró sin hacer demasiado ruido y se aproximó hacia la cama del chico, depositándose justo a la derecha de él. - Hola Edward. - Añadió con la voz más cordial que pudo mientras jugaba con sus dedos, nerviosa, sin saber qué hacer ni decir. - Simplemente, quería pedirte disculpas, bueno sé que estábamos en clase pero mi intención no era ni mucho menos mandarte a la enfermería. Espero que te encuentres mejor. - Una ligera sonrisa amable salió de sus labios, no sabía qué más hacer, solo esperaba que la contestara y que aquello se acabara aunque por raro que pareciese no quería irse y eso que acababa de llegar.

Por sólo tres segundos

6 de enero del curso pasado | 17.25 p.m. | enfermería | con Andrómeda Black

Aguardó a que la puerta se abriese segundos después de que sonase, pero al parecer quien se hallaba al otro lado estaba esperando un permiso que no llegaría. Ted no era demasiado amante del protocolo, de modo que se impacientó con facilidad: en cuestión de momentos estaba fulminando la parte posterior de la puerta, como si su enfurruñamiento pudiera hacer el mismo efecto que un Alohomora. Al ver que nada se movía, reaccionó.— ¡Oh, vamos! ¡Adelante! —Tuvo que levantar un poco la voz para asegurarse de que la otra persona le escuchaba, de modo que se aseguró antes de que no hubiera más enfermos compartiendo habitación con él; lo último que quería era a madame Pomfrey echándole la bronca del siglo.— ¡Pasen y vean el curioso caso del tejón que quería volar! —Burlón, desinhibido, tan desenfadado como de costumbre.

Al no encontrar al otro lado las típicas risas de Amelia, frunció el ceño y alzó las cejas en un gesto de curiosidad. Ladeó un poco el rostro, removiéndose en la cama hasta quedar medio sentado apoyado sobre una pila de almohadones. Al contrario de lo que cualquier persona normal podría haber imaginado, la reacción de Ted Tonks cuando vio la cara de Andrómeda Black asomándose por el hueco de la puerta fue la más tranquila del mundo: ensanchó su sonrisa hasta formar una gran mueca de diversión. La cabeza le dolía horrores, le iba a reventar de un momento a otro -¡maldita sea!, ¿dónde se había metido Pomfrey con el vial de poción que se tenía que tomar?-, pero esa visita inesperada le animó sobremanera: decía mucho de aquella Black el que hubiera acudido a visitar al perdedor del campeonato.

—¡Por Merlín, Black! ¡Incluso McGonagall me llama Ted… a veces! —Hasta el momento pensaba que toooodo Hogwarts, o al menos aquellos estudiantes que habían tenido cierto contacto con él, sabían a la perfección que el tejón odiaba-terriblemente-su-nombre. Le parecía demasiado formal, demasiado antiguo, demasiado ajeno.— Y más distante que McGonagall no hay nadie  —bueno, quizá su familia, pero ese es del tipo de pensamientos que uno no comenta en voz alta—, así que hazme el favor. —Escuchar su disculpa le sorprendió, en cierta parte porque todo lo que había escuchado hasta el momento era que los Slytherin sólo se interesaban por los derrotados a la hora de burlarse de ellos. A pesar de haber comprobado esto como cierto en más de una ocasión, no podía dejar de reconocer que aquella chica parecía sincera.— ¡Oh, vamos! Fue una victoria justa… creo. La verdad es que no la recuerdo bien, pero qué narices. —Hizo un gesto con el rostro que pretendía quitarle importancia.— Todo tejón que se precie acaba en la enfermería tarde o temprano, así que no te preocupes.  —Una bonita referencia a la patosidad de su casa fue todo lo que hizo antes de sonreír de nuevo y taparse un poco con la sábana. Le habían metido en la cama con el uniforme y éste le proporcionaba cierto calor, pero el viento de enero era brutal y comenzaba a refrescar.